EPILOGO 87. CARA E. del ARRIEL.

CARA E. del ARRIEL.

En aquellas fechas, si que resulta adecuado utilizar el verbo, Corría, pues con la juventud de nuestras ideas, sueños, inquietudes, y anhelos, la sangre mas que correr por las venas y arterias, casi se atropellaba apremiada, de ganas de comerse el mundo, en nuestro caso concreto lo polarizábamos principalmente en La Montaña. Corría, -como os había adelantado -, el ultimo mes del año 1974, y las nevadas pertinentes para la época del año, propicias a poder abrir la estación de ski, aun no habían caído con suficiente espesor para tal fin, con un mínimo de continuidad. Sin embargo el frio era intenso y en la montaña sobre todo a partir de la cota, 2ooo, estaba bastante tapizada y asentada; pudimos constatarlo un fin de semana que decidimos indagar por el valle que sube por los lagos de Arriel, hacia la Gran Diagonal de Balaitus, o Pico de los Moros, pues en aquel día un poco mas arriba del Llano Cheto, tuvimos que calzarnos los grampones y usarlos muy a fondo y atentos pues en algunos lugares a penas si dejaban unas leves señales sobre la superficie dura como cristal, de la capa de hielo; sin embargo aquella ocasión nos brindo la oportunidad de fijarnos en la cara Este del Pico Arriel, mas o menos desde donde estaban los restos de los barracones de los trabajadores que en tiempos pretéritos habían trabajado por aquellos parajes para las compañías eléctricas; desde aquel punto pudimos observar sorprendidos por lo evidente que se nos mostraba con claridad meridiana, que casi desde el pie de la pared hasta las proximidades de la cima, se abrían dos canales pronunciadas casi paralelas, que nos estaban mas que diciendo, incitando, o susurrando quedamente al oído, con objeto de que cayéramos obnubilados por los encantos de su elegante trazado, la simplicidad de líneas, y la promesa de que embarcarnos en aquella Aventura, nos podía deparar momentos dignos de recordar, Inolvidables, irrepetibles.

Unos días después, una vez que llego otro colega al que esperábamos para formar dos cordadas; una Antonio y su compañero también “ Vegeta “, y la otra Julio y yo. Antonio se ocupo de prepararnos los bocatas para la cena pues habíamos decidido subir nada mas acabar de trabajar el viernes, de manera que dispondríamos así de todo el fin de semana completo sin agobiarnos por el curro.

La ultima hora ya hubimos de caminar con los frontales encendidos, menos mal que aunque los barracones donde íbamos a pernoctar ni tenían ventanas, al menos el techo nos salvaría del relente. Limpiamos un poco el suelo y nos metimos mas pronto que tarde en los sacos de dormir, y allí dentro mas abrigados dar buen cuenta de los bocadillos que nos había preparado Antonio. Al abrir el envoltorio me llego un olor conocido pero no habitual para un bocata; el primer bocado ya supuso una autentica Sorpresa, al comienzo desconcertante pero, supongo que ayudada por las papilas gustativas se convirtió en todo un, hallazgo, bocadillos de mantequilla y quesitos espolvoreados con abundante tomillo, ¡¡¡ Estaban ricos ¡¡¡ O así lo recuerdo yo.

Un rápido y abundante desayuno a la incipiente luz del amanecer, y sin casi solución de continuidad ya estábamos al pie de la canal de la izquierda, pues parecía la mas franca de las dos. La nieve estaba en unas condiciones perfectas, con lo que los largos y las reuniones se fueron sucediendo sin mayor problema que las maniobras convencionales de aseguramiento, una tirada, tras otra nos condujo hasta la cumbre donde además de poder entrever la característica cima del Midi D’ossao, pudimos sentir que donde no tocaba el sol, el frio era muy intenso, y precisamente el descenso transcurría por la cara Oeste, totalmente a la sombra que en oposición a la que habíamos ascendido caldeados por el amigo Lorenzo; presagiaba una bajada mas laboriosa y peligrosa que la que habíamos dejado atrás. Como efectivamente así fue. Volvíamos a encontrarnos con la superficie del hielo, bastante dura y con pendiente en la que no podíamos permitirnos ningún desliz, fallo, o duda, pues hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos nos manejábamos con piolets de madera, sin tornillos de hielo, y con botas de cuero; por lo que mejor ni imaginar la posibilidad de tener que auto detenerse en un resbalón, menos aun que el compañero pudiera parar tu posible caída, – Toda esta pormenorización del posible proceso y detalles, ni se nos paso por la cabeza, y si asomo la nariz se la chafamos enseguida por si acaso -. Primero la pendiente mas suave nos permitió relajar un tanto la tensión bajando cara al valle, pero no duro mucho y nos pusimos cara a la pared, como si nos hubieran castigado en el cole. Pero así escapamos y lo pudimos contar, y recrearnos de nuevo al rememorar aquellos VIVIDOS, hechos, sacando aun si cabe mas jugo de tan sabroso manjar.

PD. bastantes años después me encontré que la portada de un dominical, del periódico La Vanguardia, hablando del Pirineo Aragonés, mostraba aquella triangular y característica montaña, donde se veía claramente aquel itinerario que recorrimos.

2 pensamientos en “EPILOGO 87. CARA E. del ARRIEL.

  1. Me sorprenden y a la vez me encantan tus vivencias de antaño en las montañas , tal como las comentas . En aquellos tiempos eran verdaderas odiseas .

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.